Estoy en un lugar que no conozco. Hay una cama que tiene vidrio. Esos vidrios que están arriba de las mesas y me tengo que mover despacio porque me da miedo presionar y romperlo.
Se corta la luz.
Estoy sola, es de noche. Camino y veo al mozo del bar de la esquina. Un pendejo.
Le tengo confianza así que le digo que me acompañe.
Llegamos a un lugar con luz y ahí también está mi casa.
Tengo dos lugares que son mi casa, pero acá estoy en piso 22 y digo “no mejor vuelvo a mi casa, total me banco subir 3 pisos a oscuras”
Subo los 3 pisos y estoy en una oficina. Ya no es más mi casa. Es un depto con buena vista.
Me siento en un escritorio e intento ponerme a trabajar pero me aburro y me quedo mirando la gente que hay alrededor.
Miro a un pibe altísimo que me sonríe y me pasa el chisme de quién se coge a la ascensorista.
Me molesta ese chisme. Le cuestiono para qué me cuenta eso y me dice “vení conmigo que ahora te lo cuento”
Salimos de la oficina y el plan es escabullirnos pero cae Dolores Fonzi lookeada como la personaje de Soy tu fan y nos pide porro.
“No tengo, pero él sí” le digo a Dolores Fonzi y el pibe me codea porque no quiere convidar su porro.
“Ahhh no no me equivoqué” le digo a Dolores Fonzi que revolea los ojos porque no nos cree.
Dolores Fonzi dice “¿Los puedo acompañar que no conozco a nadie en esta fiesta?”
Ahora ya es una fiesta, no es más un laburo.
Me cae bien Dolores y le digo “Dale, re” pero el pibe me vuelve a codear porque quiere que estemos solos en el balcón y le dice “Pará ¿ves esa de campera roja? tiene porro”
Dolores Fonzi se va a buscar a la de campera roja y con el pibe nos quedamos en el balcón que ahora es una terraza enorme sin muro, ni baranda, ni baldosas.
Parados sobre la membrana estamos, pero se ve que no nos importa, o no le importa porque se sienta, me dice “veni” y en un segundo estoy arriba suyo.
Me despierto.