Roommates - Fragmento

 





Lo filmo cantando canciones de The Smiths. Las más depresivas. No salimos en todo el fin de semana.

 

Ya en este punto siento que no está bien todo esto, pero no puedo dejar de querer estar 24/7 con Juan. Pasé de sentir solo desesperación física a sentir desesperación emocional. O sea, quiero que estemos unidos POR SIEMPRE Y PARA SIEMPRE por algún órgano como los siameses, o para que no sea tan riesgoso para la salud: unidos por un brazo.

Que compartamos el brazo izquierdo mío con el brazo derecho suyo, así puedo dibujar.

Que sea operable pero que por ahora no nos operemos. Más adelante veremos.

Es insano ya.

Esto no es amor, lo sabés.

 

Jueves.

Pasan dos meses desde el día de “¿Querés ser mi novia?”

Durante la semana dormimos mitad en el estudio, y mitad en la casa de Juan con sus padres en el cuarto de al lado, pero hacemos tiempo en Romario hasta que cierre así llegamos después de la 1 y media cuando los padres ya estén acostados.

En la semana no voy ni un solo día a mi casa así evito tener a mis padres de roommates.

Me deprime, no puedo.

Los fines de semana nos vamos al consultorio de su padre, porque en mi estudio se queda la madre de Lola.

Somos gitanos nómades pero quiero estar con él todo el tiempo.

Y que cojamos, obviamente.

No me importa que tenga que ser en silencio.

No me veo con ningún amigo, ni amiga, no laburo, no hago nada en todo este tiempo.

No voy a recitales indie con las cools ni salgo con los Cristos.

Nada.

Sólo me cruzo a Lola en el estudio, un poco, porque cuando me despierto ella ya hace horas que está trabajando.

No me entra ni un solo peso en todo este tiempo.

Seba me escribe y no le respondo.

No le respondo a nadie.

La guita se me va en el alquiler del estudio, papas fritas de paquete, halls cream y tampones. Me alimento como el orto.

Me duele todo porque en el consultorio del padre seguimos durmiendo en la alfombra en la pseudocama que arma Juan con almohadones, pero está todo bien con eso porque lo único que quiero es estar con él todo el día.

TODOS LOS DÍAS.

No me importa que no me entre ningún laburo.

De hecho, mejor, sino voy a tener que trabajar y no voy a poder estar con él.

Voy a casa, mi madre me pregunta si estoy bien y le digo que sí, que estoy perfecta.

Sé que esto no es normal. Pero tengo miedo de perderlo.

ODIO la pérdida como concepto. LA ODIO.

Igual sé que si tengo miedo a perderlo, lo voy a terminar perdiendo por eso de que “si pensás mucho algo, se te cumple”. Entonces trato de pensar en positivo pero todo en mi mente es apocalíptico.

Si me deja, no voy a poder vivir sin él. Nunca. Ni sé cómo hice para vivir sin él antes de conocerlo. Antes de Juan no hubo nadie. Punto. Rolando y Ernesto, las pelotas.

 

 

Viernes.

Arreglamos para encontrarnos después de terapia.

Amanezco en el estudio porque Juan se fue antes de dormirse a las 10 de la mañana.

Duermo de 10 a 14.