3 de Junio.
Sueño con Humberto.
En el sueño Humberto está triste por mí. Me busca por todos lados pero no logra dar conmigo.
Me despierto y me voy a bañar.
Todavía estoy medio dormida y cuando estoy pasándome el shampoo por el pelo, me viene una sensación re certera: Humberto está mal. Está triste, está confundido. Lo siento como si tuviera abierto un portal interno y estuviera viendo la matrix.
Tengo como un flash de la teoría de los multiespacios y siento que Humberto está donde está pero también está acá en mi mente, diciéndome que está mal.
Me saco el shampoo.
Igual es un poco raro que esté “mal” por mí. No tiene sentido. Estoy muy dormida.
Me cepillo los dientes y sigo viéndolo en mi mente re nítido. Me impresiona un poco todo esto que estoy pensando. Me concentro y con mi mente le digo que lo quiero. Dudo que él necesite que le diga que lo quiero pero igual, se lo digo.
Está ultra casado, viviendo uno de sus mejores momentos, con su mujer y su hijo, no creo que me quiera.
No creo que me quiera no porque esté re casado y con un hijo, sino porque no me quiere. Punto.
En mi mente abrazo a Humberto, pero no es que lo abrazo a él sino a su alma, tipo Ghost.
Me estoy dando miedo.
Ahora pienso en Roberto. ¿Mirá si de tanta depresión se muere?
Me imagino yendo al funeral de Roberto. Me imagino llorando en el funeral de Roberto y me imagino que al funeral viene Humberto y me consuela.
¿Será un deseo oculto esto? Algo le pasa a Humberto.
Capaz una parte suya está mal y sabe que nuestro vínculo es un caso perdido, y la otra parte suya es un negador sin alma, un robot.
Paso todo el día rascándome en el laburo porque no vino el jefe.
Seis menos tres de la tarde me voy.
Bajo por las escaleras porque el ascensor ya está lleno y me suena el celular: HUMBERTO.
TENGO PODERES OTRA VEZ.
Atiendo. Me llama por laburo. Ah. Me pasa con el socio. Ah, ok. “Dale, pasame”
Arreglo reunirme con ellos en su oficina.
Jueves. Nos
juntamos. Humberto, el socio, Luciana y yo.
Charlamos de laburo
y yo pienso que ya está, que listo. Que con lo de la otra vez ya estamos. Que
no hace falta coger más.
Trato de no mirarlo
a los ojos, pero igual él ni me mira.
Disimula, o en
verdad ni registra lo nuestro. Capaz que ‘lo nuestro’ para él ya fue.
Tipo, tiró esa el
otro día pero ahora ya está.
Pasó.
Termina la reunión
y me pido un taxi porque llueve.
Humberto sale sin
decir ni ‘Chau’ ni nada. Se va.
Me quedo hablando
boludeces con el resto y pasan diez minutos.
Toca timbre el taxi
y llega Humberto. Ah mirá, volvió a entrar. ¿Adónde fue?
Me paro y agarro el
bolso. “Bueno, vino el taxi, me voy”
De repente,
Humberto viene conmigo para la puerta y me dice “Yo te acompaño” Ah, mirá.
Bien, buena onda que me baje a abrir.
Entramos al
ascensor, miro el celular para chequear mensajes y de golpe veo un mensaje suyo
de hace diez minutos que dice “Estoy en el auto, en subsuelo”
AY LA PUTA MADRE.
Guardo el celular.
Lo miro y le digo:
“Eh recién veo tu mensaje”
No dice nada. No
dice ni sí, ni no, ni blanco, ni negro. Nada.
Bue, qué sé yo,
llegué tarde al mensaje. Ya fue.
Pasamos Planta
Baja, el ascensor no frena y sigue hasta el subsuelo.
Se abren las
puertas, salimos y me habla pero sin mirarme:
“Esperame en el
auto, que salgo y cancelo tu taxi”
Ay la puta madre
Humberto.
Camina, saca la
alarma para que yo pueda entrar y él vuelve al ascensor.
Me quiero quedar y
me quiero ir al mismo tiempo.
Entro al auto.
Me quedo ahí
petrificada hasta que pasan 2 minutos y lo veo volver.
Entra al auto.
Le digo “Oime
boludo me tengo que ir”
Me agarra del
cuello y me encaja un beso.
Le digo “Pará
boludo, dale” y le bajo el cierre del pantalón.
No me
entiendo.
Chapamos. Lo toco
yo, de una, sin que él me diga nada.
Intenta tocarme y
le digo que no.
Me dice: “¿Me pongo
forro?”
“¡¡NOO!! no
cojamos, estoy ovulando”.
Pensé que ‘lo
nuestro’ se había terminado.
No vine preparada
para coger, menos en el auto.
Se arma la batalla
de siempre pero al final gana.
Cogemos incómodos
en el auto 4 ó 5 minutos y acaba.
Me duele la panza.
Me estaba aguantando el pis y no me daba cuenta.
Nos acomodamos la
ropa en silencio.
Pone en marcha el
auto y dice “¿Me acompañás al kiosco?” Le digo que sí y es lo único que
hablamos en el viaje.
Hacemos unas
cuadras, paramos en una estación de servicio.
Bajamos y suena
Movin’ on up desde un auto.
Movemos el cuerpo
al ritmo de la canción y charlamos del laburo.
Tengo la sensación
de que es la primera vez que estamos haciendo algo normal.
Subimos al auto y
me dice “¿Te tiro en algún lugar?”
Qué forro.
“Llevame boludo, me
cancelaste el taxi”
Humberto habla pero
no logro escuchar lo que dice porque justo pasa un camión acelerando y hace un
ruidazo que le tapa la voz.
Quiero que repita
lo que dijo pero asumo que me bardeó.
“PERO BOLUDO ¡SOY
TU AMIGA! Me tenés que llevar porque soy tu amiga ¿Ves? ¡¡ESTO es lo que me re
jode de vos!! ¡Muy fácilmente te olvidás de que sos mi amigo!”
Pará. No sé si
somos amigos, no sé por qué le enfatizo la GRAN AMISTAD que tenemos. Si
fuésemos amigos, podríamos hablar de lo que nos pasa y hasta el momento no
hablamos jamás.
“Está todo bien,
pero de golpe caes en estar mala onda y yo no entiendo si me querés o no me
querés. Yo no soy así con vos, yo soy divina”.
Ah bueno Fernanda
frená ya.
La cantidad de data
que estoy tirando.
Humberto no para de
acelerar el auto y poner cara de culo.
¿Le dije ‘no sé si
me querés’? Estoy del orto.
Lo miro como
diciéndole ‘Sos un pelotudo’ pero no digo nada porque va cada vez más rápido-
Me da miedo que se esté enojando y que por el enojo choquemos.
No entiendo por qué
me salió todo este reclamo de golpe.
Hacemos más de diez
cuadras en silencio y de repente me cuenta que cuando hicieron un laburo la
semana pasada él y el socio, fueron “medio hijos de puta” con los empleados, y
que los maltrataron a propósito.
Me lo cuenta
riéndose.
Me está queriendo
decir algo.
Acá hay mucho
material para analizar.
Llegamos a la
puerta de mi casa, frena y le digo: “Bueno che, mil perdones por el esfuerzo de
tener que traerme…” QUÉ PELOTUDA SOY.
“Por favor, fue un
placer”
Nos saludamos con
un beso en el cachete.
Me bajo.
Me aferro al ‘fue
un placer’
Me lo repito en mi
mente en el ascensor.
Fue un cumplido
pero no me importa, porque me tranquiliza.
Entro a casa. Me
meto en la cama y reviso el celular.
Tengo un mensaje de
Roberto contándome lo de la ayahuasca: Que vomitó, que fue re groso pero que
vomitó.
Capaz que a
Humberto lo conozco de vidas pasadas.
Capaz vivimos
juntos en la Atlántida. Capaz que él y yo estábamos destinados a salvar a la
humanidad. O por ahí estamos comunicados telepáticamente desde no solo desde
vidas pasadas sino para toda la eternidad.
Algo pasa
acá.
No es normal esta
relación, no sé si puedo demostrarlo científicamente pero estoy segura de que
me comunico mentalmente con Humberto.
Por eso me da
bronca coger así con él.